Por Adrián Camerano, Qué mejor que iniciar la semana a tres metros del músico estadounidense Mike Stern, guitar hero del jazz y la música negra en general que no precisa gritar para hacerse escuchar, que toca como poseído, que se la pasa sonriendo arriba del escenario transmitiendo pasión, y especialmente paz.
El guitarrista estadounidense se presentó en Studio Theater este domingo 3, a sala llena en formato café concert y ante una platea masculina por goleada; el show fue descomunal, con músicos a cuál más virtuoso, de otro planeta, casi como recién bajados de una nave espacial.
Leyenda de la guitarra, Stern es un crack que tocó con Miles Davis, Jaco Pastorius, Bill Evans y otros popes de la música contemporánea, que en los 80 sobrevivió a las drogas y más recientemente a una doble fractura de brazos y nervios afectados. Cuando este último incidente Mike ya superaba los 60 y por un momento sobrevoló el fantasma del retiro, pero el hombre es un sobreviviente; algo de ese espíritu de resiliencia flota en el aire en un recinto poblado de entusiastas, muchos de ellos músicos paladar negro.
En la parada cordobesa de un tour de doce conciertos en once días y tres países (Argentina, Chile y Uruguay) Mike está fresco como lechuga y en envidiable estado a sus 71 años. Por momentos se sienta, sí, pero mayormente toca al frente, como poseído.
A su alrededor tiene un dream team: su esposa Leni, compositora y guitarrista eximia, cuya dulce voz conmueve la sala en el inicio del show; el carismático saxofonista Bob Franceschini y los argentinos Juan Chiavassa en batería y Javier Malosetti gastando el bajo. Mike lidera la orquesta, juega y hace jugar, propone contrapuntos y acompañamientos con Leni y Javier, le guiña un ojo al corpulento Bob y cruza miradas con el batero argento que triunfa en Nueva York. En fin, disfruta y hace disfrutar al resto; a tres metros es posible percibir eso y bastante más.
Jazz, funk y blues componen el menú diseñado por los Stern este domingo de marzo, en el que el guitarrista que extraña las disquerías y a quien Yamaha le diseñó una guitarra especial basada en la mítica Telecaster encabeza una comunión con el público. Leni deslumbra con la viola y con el ngoni, una suerte de arpa/laúd africano; Franceschini regala carisma y la dupla argentina aporta una base rítmica que envidiarían en cualquier parte del mundo.
En tiempos de desasosiego y sueños motoserrados, la música es un refugio. Qué más le podemos pedir a los artistas.